Álvaro regresaba a su casa de jugar al rugby, la tarde calurosa y húmeda le hacían estar de malhumor. Al llegar a su casa se dio cuenta que estaba solo, que sus hermanas habían salido, su madre estaba de viaje. La casa era bastante grande y cómoda; se ingresaba a través de un portón que al abrirlo hacía un chillido bastante molesto, además, costaba mucho empujarlo.
Entre el portón y la puerta principal de la casa había un pequeño jardín en donde muchos atardeceres Álvaro y su familia se habían sentado a disfrutar del aire libre, pasando muy buenos momentos. Dentro de la casa, las habitaciones estaban en forma contigua y al frente de ellas, el baño.
Álvaro se dijo a sí mismo ¡Qué bien, solo y tranquilo! Se acostó en la cama de su madre para llamar por teléfono, quería hablar con su novia. Estuvieron charlando largo rato, el malhumor le desapareció, no quería cortar la comunicación. La puerta de la habitación estaba abierta y escuchó el dichoso portón y por consiguiente, el molesto chillido, alguien lo estaba abriendo.
Comentó a su novia que por la hora debía ser su hermana Luciana que regresaba a casa. Pasaron unos minutos, no sentía sonido alguno dentro de la casa.
– “cariño, voy a ver, me parece extraño, no oigo a nadie”- le comentó a su novia.
Recorrió el largo pasillo, asomándose en cada una de las habitaciones hasta llegar al living, llegó a la puerta principal. No había nadie, solo silencio. Miró por una de las ventanas al jardín, todo estaba en orden, estaba anocheciendo. Buscó por el resto de la casa, no había rastro de su hermana.
Regresó al cuarto de su madre, extrañado, siguió charlando con su novia. Pasaron unos minutos, otro ruido, el mismo que hacía la baldosa suelta que se encontraba frente al cuarto del baño cuando se la pisaba. Sintió cierto temor, apresuradamente se lo empezó a contar a su novia, al tiempo oyó cómo abrían el grifo de la ducha del baño y por ende la caída del agua. –“¡Espera!!! Silencio!!! escucho más ruidos”-, el sonido del agua al caer cesó. Esta vez Álvaro no se atrevió a ir a ver qué pasaba.
Siguió la charla con su novia, se sentía inmovilizado, no quería salir de la habitación de su madre. Esta vez sí, llegó su hermana. Le saludó apenas y se fue a su habitación. Al rato, su hermana Luciana fue hasta donde él estaba...
-“¡Me puedo quedar aquí!”- , él la miró sorprendido.
-“¿Qué te sucede?”-, le preguntó.
-“¡Escucho ruidos extraños en la cocina y además escucho como pasos!”- dijo Luciana sin disimular el temor que le invadía. Álvaro cortó la comunicación con su novia, -“ahora te llamo cariño”- y decidió estar junto a su hermana, juntos iban a descubrir lo que estaba ocurriendo.
Más pasos en la cocina, otra vez el ruido del grifo, sonidos de las sillas caerse, golpes… tomaron coraje y decidieron recorrer juntos la casa. No encontraron nada.
Decidieron ir a por sus dos perros que tenían metidos en la casetona del fondo del jardín. Los perros, una vez dentro de la casa, empezaron a olfatear desesperadamente el suelo como si estuvieran buscando el rastro de algo, les llevó a la cocina, no había nadie. Era tanto el temor que les embargaba, que decidieron volver a la habitación de su madre, no iban a salir de ella. Pero antes, haciendo un gran esfuerzo, encendieron la alarma antirrobo de la casa. Mientras, los ruidos de pasos y gritos seguían y especialmente, el ruido de la maldita baldosa. Los perros entraron a la habitación, inquietos, atemorizados.
Un terrible olor a podrido invadió de repente toda la casa, al punto que Luciana sintió nauseas. Intentaron comunicarse con su madre, sus móviles no funcionaban, no tenían cobertura, tampoco funcionaba el fijo. No sabían qué hacer, el miedo les paralizaba. Era evidente que había algo dentro de la casa. No querían salir de la habitación.
En la desesperación y en un intento de acallar los sonidos espeluznantes que se sucedían en la casa, abrieron aposta la ventana de la habitación para activar la alarma. Pero para sorpresa de ellos, la alarma no sonó. Sólo escucharon un quejido mortal, el grito de alguien que se está sumergido en un profundo dolor infernal, venía de la cocina.
De pronto el silencio se apoderó de toda la casa y así perduró, pudieron respirar aliviados.
Tumbados en la cama de su madre les pasó el tiempo, medio adormitados empezaron a escuchar ruidos en la calle, voces de gentío y sirenas de ambulancias y de la policía. Salieron a la calle, la muchedumbre estaba congregada a dos casas más abajo de la suya.
Fueron hasta allí, era la casa de su amigo Jorge.
Toda la familia había sido cruelmente asesinada, torturada en la cocina y sus asesinos, en un alarde de una frialdad absoluta, tuvieron la osadía de ducharse para quitarse de sus rostros y brazos la sangre salpicada de sus inocentes víctima.
....Fin....

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